En la zona norte de Chile se encuentra este lugar conocido por ser el más árido del planeta y, sin embargo, respira vida y acoge costumbres ancestrales. Un lugar increíble en el que la falta de lluvia se cuenta por décadas. Un lugar que engancha. Te contamos qué visitar en el desierto de Atacama, donde los paisajes te harán pensar que estás en otro planeta.
Qué ver en el desierto de Atacama
Asombroso, increíble, diferente serán adjetivos que acompañarán tu ruta. El que hace tres millones de años fuera un lecho marino, el clima seco y la altitud a la que se encuentra explican los paisajes únicos de los que podrás disfrutar: valles, formaciones montañosas, salares, lagunas, termas, géiseres… Lo que en la imaginación se figura como una tierra inerte, que lo es, se completa con zonas en las que la flora se agarra a la vida y donde algunas especies, como la vicuña o los flamencos, se han adaptado a las temperaturas extremas.
Para conocer el desierto de Atacama, recomendamos fijar la base de operaciones en San Pedro de Atacama, un pueblecito con casas de adobe y no más de 1.000 habitantes que vive del turismo y cuenta con todos los servicios para organizar la estancia. Por nuestra experiencia, esta localidad es perfecta para trazar los recorridos por este lugar único en el mundo, que en Rutas 10 incluimos en nuestras propuestas para visitar los paraísos andinos.
Quizá, la principal razón por la que el desierto de Atacama resulta fascinante es por sus paisajes repletos de contrastes. Aquí te detallamos los cinco que no debes perderte. Por momentos, sentirás que te encuentras en otro mundo.
Los cinco imprescindibles del desierto de Atacama
1.- San Pedro de Atacama
La plaza del pueblo es el corazón de la localidad, donde se reúnen vecinos y turistas, y cada día montan puestos de artesanía y souvenirs. Es un punto de partida ideal para recorrer sus laberínticas calles con piso de tierra y casas de adobe. La calle Caracoles es la más afamada por reunir restaurantes y múltiples servicios a los viajeros.
No dejes de visitar la iglesia colonial de San Pedro, edificada en piedra y adobe en el siglo XVII, de la que destaca su torre también en adobe. Declarada Monumento Nacional, en el interior, el techo de madera se construyó con troncos de cactus y algarrobo.
Los amantes de la astronomía encontrarán aquí el Museo del Meteorito, donde se expone la mayor colección de fragmentos del espacio exterior caídos sobre el desierto de Atacama.
2.- Valle de la Luna
Saliendo del pueblo, a algo más de 10 kilómetros se llega a la Cordillera de la Sal, que debe su nombre a los brillos que la luz arranca de sus rocas cargadas de sulfato de calcio.
A su abrigo se forman los valles de Marte y de la Luna, conformaciones salinas y arcillosas producto de los plegamientos mineralógicos ocurridos hace cientos de millones de años. Tiempos en los que se originaron pequeñas montañas de formas caprichosas y esculturales que al ponerse el sol asemejan un paisaje lunar. A medida que el sol se esconde va pintando las cimas y desfiladeros, el cielo torna de rosa a púrpura y después, la oscuridad. Un momento inolvidable.
En la entrada al valle también se descubre el monumento de las Tres Marías tallado por el viento y en el que la sal escondida en la arena brilla como un faro. Las Cuevas de Sal es otra parada antes de alcanzar la Gran Duna para contemplar el valle en todo su esplendor y majestuosidad.
3.- Lagunas altiplánicas Miscanti y Miñiques
A 4.000 metros de altura se descubre la belleza de estas lagunas escondidas entre volcanes, algunos considerados sagrados y que han inspirado hermosas leyendas del desierto de Atacama. Las aguas cristalinas de las lagunas y el silencio sobrecogedor que las rodea provoca sensaciones que seguramente aún no habías experimentado. La flora y fauna es única, ya que se encuentra solo en estas áreas protegidas.
De camino, se pasa por el poblado de Socaire, lugar en el que han perdurado a través del tiempo las tradiciones ancestrales de sus habitantes. Pastores o agricultores que cultivan al “Pachamama” utilizando el antiguo sistema de terrazas andinas.
4.- Salar de Atacama
A unos 30 kilómetros de la base de operaciones, se encuentra el depósito salino más grande de Chile. Una inmensa y espectacular superficie blanca y rugosa manchada por el polvo del desierto. La costra de sal se abre dando lugar a pequeñas lagunas que son el hábitat de aves acuáticas.
La más importante es la Laguna Chaxa, que forma parte de la Reserva Nacional Los Flamencos. La sequedad del aire y la limpieza de la atmósfera produce una especie de espejismo que no permite calcular las distancias. Sin embargo, los ojos se fijan en los flamencos de plumas rosadas y sus delgadas y elegantes patas. Un espectáculo que atesorarás de por vida.
Al amparo de los débiles surcos de agua, se encuentra el pintoresco poblado de Toconao donde se puede apreciar una original arquitectura en piedra liparita, destacando su antigua iglesia. Es un placer recorrer sus calles y conocer a los lugareños que se dedican a labores artesanales en fina lana.
5.- Los Géiseres del Tatio
El madrugón para visitar este santuario que los atacameños han bautizado como ‘el abuelo que no deja de llorar’ merece la pena. Antes de partir coge ropa de abrigo, pero también mete en la mochila bañador, toalla, protector solar, agua mineral y ropa más liviana para el regreso. También es recomendable no cenar la noche previa carne roja ni beber alcohol porque este campo geotérmico se encuentra a 4.200 metros de altitud.
La llegada a los géiseres con la madrugada permite divisar fumarolas de vapor de hasta 10 metros de altura y cráteres de barro candente que provienen del volcán Tatio. Ojo, porque el agua burbujeante que sale desde la profundidad de la Tierra y se transforma en vapor está a 85 grados y no serías la primera persona en quemarte. Lo mejor para disfrutar de estas aguas y para lo que has echado el bañador es sumergirte en las pozas naturales que hay en las cercanías, te liberarás del frío.
Un incentivo más del viaje es el paso por el poblado Machuca, donde sus habitantes pastorean llamas y apreciarás sus apenas 20 pintorescas casas de adobe, paja y madera de cactus, y su blanca iglesia.
Un par de apuntes
Si dispones de tiempo, incluye en la agenda un par de recomendaciones más. La Laguna Cejar, a 16 kilómetros de San Pedro, un balneario natural en el flotarás en sus aguas gracias a su alta concentración de sal. Y si te gustan las estrellas, apúntate a una salida nocturna para observar el firmamento a través del telescopio.
A tu regreso, las imágenes continuarán dando vueltas por la cabeza y te resultará difícil volver a la realidad. Sin duda, tardará en abandonarte la sensación de volver de otro mundo.
Fotos: Rutas 10