Visita a Samarkanda (10 agosto)
¡Oh, Samarkanda! Me despierto… ¿estoy en la grandiosa Samarkanda?… Flashes con recuerdos de lo vivido el día anterior me hacen dudar si estoy despierto o continúo soñando. Si esos recuerdos son recuerdos o alucinaciones producto de mi imaginación.
Miro a mi alrededor y efectivamente ¡Continúo en Samarkanda!
Llevo medio día en la grandiosa Meca de Asia Central, esa ciudad que antes de llegar dudaba si era mito, legenda o realidad. Si en Occidente todos los caminos llevan a Roma, en Asia Central todos los caminos llevan a la Plaza del Registán de Samarkanda. Es tan real como el Vaticano, pero mucho más bonita y exótica, al menos para mí. Contemplar las 3 madrazas (escuelas coránicas) formando un escenario alicatado y yo la cuarta pared. ¡Y es real! Samarkanda existe. Una de las ciudades del mundo, ¡de todo el mundo! que más tiempo estuvo habitada y que continúa. ¡Más de 2.500 años!
8 días después de que nuestra caravana partiera del aeropuerto Adolfo Suárez me encuentro de nuevo en Madrid. El otro. ¿En Asia Central? El Madrid uzbeko fue una ciudad fundada por el gran Tamerlán en honor del madrileño Ruy González de Clavijo. Hoy es un barrio de esta Samarkanda que también sorprendió a Marco Polo y a Alejandro Magno quien dijo: “Todo lo que había oído sobre Samarkanda es verdad, excepto que es mas hermosa de lo que había imaginado”. A mi me está maravillando.
Ruy González de Clavijo ha pasado en España mucho más desapercibido que Marco Polo, a pesar de haber escrito una descripción de su viaje a la altura de la del veneciano. Sin embargo, como pude comprobar ayer, en Samarkanda y en la historia tiene reservado un lugar prominente.
Nos trasladamos al siglo XIV cuando la cristiandad se ve amenazada por la presión turca. En Castilla reina Enrique III que con su intención visionaria quiere estrechar lazos de amistad con el temerario Timur Lang, el señor de Samarkanda que al frente de los mongoles acaba de vencer a los turcos en la batalla de Angora (la antigua Ankara). ¡El comienzo del fin de Bizancio!
En la Península es la época de la Reconquista y Enrique III quiere evitar que la presión mongola haga a los turcos venir hacia Occidente. Por eso encomienda a Ruy González de Clavijo la peligrosa embajada de entregar sus cartas y obsequios al Gran Tamerlán,Tamorlán, Timur Lang o Amir Timur que de todas estas maneras lo podemos encontrar escrito.
El embajador castellano describe con detalle en su “Embajada a Tamorlán” como es recibido con honores allá donde se fundó después aquella Madrid de Oriente. Esa Madrid, hoy es un barrio de Samarkanda, y cuenta todavía con la calle con el nombre de aquel embajador, un honor que ni Marco Polo.
Tamerlán inundó Samarkanda de eruditos y artesanos y la convirtió en una joya del arte, de la arquitectura y de la historia. Cúpulas azul turquesa, caravasares esculpidos de adobe, madrazas alicatadas con vistosos azulejos, bazares bajo cúpulas nervadas, imponentes mausoleos y esbeltos alminares. Hoy en día la ciudad rivaliza por atraer la atención con las otras dos joyas uzbekas, Jiva y Bujara, en las que nuestra caravana recientemente también hizo un alto.
Ya sabemos que las tres ciudades, en el siglo XVII, fueron capitales de ricos khanatos musulmanes. Sus bazares abigarrados de gremios eran epicentros mundiales de la actividad comercial, testigos del trasiego de las valiosas mercancías de la Ruta de la Seda: corales, deliciosas especias, voluptuosos perfumes, y ¿Cómo no? sedas… ¡Algo que continúa como pudimos apreciar hoy en el mercado central de Samarcanda! Eso sí ya no hay esclavos, que fueron abolidos con la incorporación del territorio uzbeko a la Unión Soviética en 1917. Por el contrario continúa el mercado de granjeros que con sus animales vivitos y coleando ofrecen uno de los principales atractivos del Bazar principal Siyob.
Además de la visita al mercado, el día se presenta cargadito. Madrugamos para que nos dé tiempo a visitar todo. Del mercado al Observatorio de Ulugh Beg, nieto de Tamerlán y uno de los gobernantes que mayor esplendor trajo a la ciudad. Interesantísimo me pareció el museo que existe junto al observatorio en el que además de numerosos artefactos relacionados con la astronomía, también hay otros objetos, libros y recreaciones relacionadas con la dinastía Timúrida y el imperio que ésta llegó a controlar.
Las conquistas del “comandante” como le conoce la población local, se extendieron desde el Mediterráneo hasta India y desde Moscú hasta casi Egipto. Bajo su dominio se contaban ciudades tan evocadoras como Damasco, Bagdad, Ankara conocida como Angora en aquella época, Esmirna, Bujara, Isfahán y hasta casi Xi’an, la primera capital del Imperio Chino. Sin embargo nunca se consiguió la que por entonces se conocía con el nombre de Chang’an ya que cuando se disponía a emprender la conquista del lejano oriente, Timur murió de un catarro cuando hacia allá se dirigía.
Si Timur levantara la cabeza no reconocería la Plaza del Registán. En su época en esta parte de la ciudad había un bazar cubierto. Hoy existen las tres madrazas que forman esa icónica imagen que es la más reconocible de esta moderna Samarkanda. Como estos días se están llevando a cabo los ensayos del Festival Internacional de Música Sharq Taronalari, sólo tenemos de 11 a 3 para visitar los monumentos de la plaza. Ésta además se encuentra invadida por un gran escenario. Aunque en 4 horas se pueden visitar las 3 madrazas que cercan la plaza, este lugar es uno de esos en donde el tiempo vuela de modo que se nos hacen las 3 de la tarde en un periquete.
Pero no todo en Samarkanda gira en torno a los timúridas, también existe el gigantesco Panteón Shahi-Zinda que es un complejo de monumentos funerarios en donde se encuentra enterrado Kusam-Ibn-Abbas, primo hermano del profeta Mahoma, y quien se cree que trajo el Islam hasta esta zona. Es un bonito recinto con un ambiente muy especial en el que pudimos disponer de cierto tiempo libre para llegar a perdernos, algo que permiten las dimensiones del recinto.
Eso sí terminamos el día volviendo a la órbita de Timur, algo imposible de evitar en Samarkanda, visitando finalmente el Mausoleo de Gur Emir, donde se encuentra enterrado. El exterior ya me había sorprendido el día anterior cuando me topé con el conjunto pero al entrar el interior te deja sin palabras. La belleza de las filigranas conseguidas en el interior bien podrían competir con las del Palacio de la Alhambra de Granada o el Taj Mahal de India.
Terminamos la visita y yo todavía me quedé un buen rato más disfrutando embobado de la cúpula de la sala central en donde se encuentran los restos de uno de sus hijos y de su nieto Ulugh Beg, aunque aparentemente los de Tamerlán se encuentran en la cripta a la que se accede por fuera en la parte de detrás del conjunto y no está abierta al público.
Al salir del mausoleo tenemos de nuevo tiempo libre hasta la cena. Junto con otros miembros del grupo hoy nos perdemos en otra dirección. Cuando apenas acabamos de salir del mausoleo, no tenemos tiempo de darnos cuenta cuando de golpe nos topamos con lo que inevitablemente tiene que ser un velatorio. A las afueras de una casa reposa sobre una mesita con velas una gran foto enmarcada de un señor que seguramente sea el difunto. Nos paramos curiosos un rato mientras observamos como los que seguramente sean familiares, vecinos y amigos entran y salen saludando solemnemente a quienes se encuentran en la puerta. Nuestra segunda tarde en Samarkanda nos deja en un estado de alegría contenida y es que las coincidencias no siempre son alegres.
A la vuelta hacia el hotel paseamos en silencio recuperándonos poco a poco de la impresión. Para la cena vamos a un restaurante parecido al del día anterior y cuando llegamos también hay música y baile. La comida está igualmente rica aunque ni el lugar es tan suntuoso ni nosotros, dadas las circunstancias, estamos tan animado como la noche anterior.