La visita a Jiva (5 agosto)
El día anterior pudimos intuir porqué Jiva es esa legendaria ciudad-oasis en el medio del desierto y con la visita de hoy confirmaremos porqué es una de las tres joyas uzbekas de la Ruta de la Seda.
Incrustada en medio de los desiertos del Kyzulkum y el Karalkum, topónimos en donde kum significa desierto, en una esquinita de Uzbekistán casi ya en Turkmenistán, cuenta la leyenda que Jiva fue fundada hace 2.500 años cuando un hijo de Noel descubrió un pozo en medio del desierto exclamando “Khi-mal» que se traduciría por “agua dulce”. A pesar de encontrarse entre desiertos la zona recibe la influencia del poderoso río Amur Darya que en sus mejores tiempos desembocaba en el Mar de Aral.
Desgraciadamente debido a la política hidrológica de los soviéticos en primer lugar y actualmente del gobierno uzbeko, el Mar de Aral se seca debido a que el río ya no consigue verter sus aguas en el mar. El caudal del río se ha canalizado hasta la extenuación, aunque por otro lado continúa formando un pequeño valle tremendamente fértil que influencia la formación del oasis sobre el que se asienta Jiva.
Como se anuncia en todas las guías turísticas Jiva es una ciudad bastante renovada hasta el punto de que parece un decorado de cine, más con las temperaturas que se gasta en agosto lo que hace que durante el mediodía no pare nadie por la calle. A pesar de todo es un gustazo pasearla y el mejor destino para comenzar a sumergirse de lleno en esta aventura de la Ruta de la Seda Plus que nos ocupa.
Por otro lado es curioso que a partir de las 6 de la tarde cuando el sol comienza a caer, la temperatura baja drásticamente. Hay lugares en los que el calor es perenne. En Jiva al estar rodeada por desierto, después de la primera noche hemos comprobado que al ponerse el sol baja la temperatura y en la madrugada hasta puede hacer fresco. Un frescor que se prolonga hasta las 8 de la mañana, la hora en que hemos quedado para iniciar la visita. ¡Hoy salimos con la fresca!
Como estamos en todo el meollo, no acabamos de dejar el hotel cuando a la salida enfrente ya encontramos la primera visita del día: el Palacio de Kukhna Ark, la residencia de los gobernantes de Jiva. Desde el momento en que entramos en el palacio, que es casi una fortaleza, la jornada fue un recorrido por el laberinto de callejones que recorre la ciudadela y que en algunos casos me recordaba vagamente a las juderías que existen en algunas ciudades andaluzas o a esos zocos interminables de algunos países árabes, pero en miniatura.
El paseo por la ciudad nos llevó a otros palacios, madrazas, mezquitas, de invierno y de verano, mausoleos… Tuvimos la oportunidad de subir a las torres de algunos edificios desde donde contemplar a contraluz la silueta de la ciudad dominada por esbeltos minaretes recubiertos de cerámicas vidriadas de vivos colores. En algún momento antes de que el cansancio nos venciera paramos en algún caravasar, las antiguas casas de huéspedes donde las caravanas descansaban varios días antes de retomar el camino.
Impresionante es la visita al caravasar de Allah-Kuli-Khan. Está perfectamente conservado así como el mercado adyacente y la madraza. Según descubriremos, como la mayoría de los caravasares tiene planta rectangular y en este caso todavía se aprecian las 105 habitaciones destinadas a los comerciantes en el primer piso, mientras que los espacios de la planta baja se reservaban como almacenes y cuadras para animales.
En otro caravasar, mucho más moderno y modesto, con un ambiente totalmente familiar, comimos. El menú del almuerzo se pareció bastante a la cena del día anterior. Ensaladas frescas variadas con ingredientes cuya combinación de colores en algunos momentos me recordó a las mayólicas que recubren las portadas en forma de arco – los famosos pistach de influencia persa – de las madrazas que por la mañana habíamos visitado. ¡Un tentempié refrescante!
Si la mañana estuvo dedicada a los monumentos, el mediodía se centró más en descubrir a los personajes históricos de la ciudad, aquéllos que realmente convirtieron a Jiva en grandiosa, como Pahlavon Mahmud , el santo patrón de la ciudad. Fue un poeta, filósofo y legendario guerrero. Su mausoleo destaca como uno de los edificios más bonitos de Jiva. Las paredes y la cúpula de la sala donde se encuentra la tumba están completamente cubiertas de arabescos vegetales azules y blancos e igualmente decorados con poemas escritos por el propio santo.
La sensación de paz que le invade a uno al entrar en este lugar es directamente proporcional a su gran belleza. Se puede considerar un lugar mágico, místico. Así lo pensamos todos los miembros de nuestro grupo. Según avanzaría el viaje nos daríamos cuenta de que como esté hay infinidad de lugares por descubrir a lo largo de toda la Ruta de la Seda.
Como no podía ser menos, el exterior de la cúpula del Mausoleo de Pahlavon Mahmud del color azul turquesa tan típico en esta zona para este tipo de edificaciones, destaca sobre los ocres de las mamposterías que dominan la ciudad, convirtiéndolo en la referencia más fácilmente reconocible del cielo en la tierra de Jiva.
Para terminar la visita de Jiva, después de comer Madina nos regala algo que no está en el programa pero que ella también considera un diamante en bruto de la ciudad. Se encuentra a las afueras de la muralla de modo que tenemos un paseo, algo que bajo el potente sol de esta ciudad y a esta hora, a algunos les hace dudar. Sin embargo ella nos convence de que merece mucho la pena.
Efectivamente el Palacio de Nurullaboy es una maravilla de la arquitectura rusa de estilo europeo aunque con numerosos elementos del arte islámico oriental que nos trasladan de nuevo al lugar donde estamos. En algunos casos es una preciosidad de la fusión de ambas estilos artísticos, el ruso y el islámico centroasiático, y es la manera de Madina de devolvernos al presente.
Nos hemos pasado todo el día abstraídos por la historia, transportados hacia un tiempo que sucedió hace mucho pero que aquí en Jiva da la impresión que continúa. Jiva, Khiva o Xiva como se puede ver también algunas veces escrito dependiendo de como se realice la transcripción, es una ciudad modesta, es casi un pueblo. Al menos en el interior de sus murallas. Sin embargo por la gran cantidad de mezquitas, madrazas y palacios se puede intuir lo próspera que llegó a ser.
El Kanato de Jiva – donde gobierna el kan o soberano – era el más antiguo de la zona, se fundó en el 1512 y junto con los kanatos de Qoqan y de Bujara que incluía a Samarkanda, fue una de las tres potencias de la región hasta que fueron absorbido por el dominio ruso. Aunque en un principio Jiva no era la capital, el máximo esplendor del kanato llegó cuando la ciudad ostentó esa titularidad. Fue conocida como el mayor mercado de esclavos de Asia Central y uno de los más importantes centros del mundo islámico. En algunos aspectos quiso rivalizar con Bujara, el khanato más próximo. Esa rivalidad la llevó a querer construir un minarete más alto que el del famoso conjunto Poi Kalyan de Bujara, una auténtica maravilla del arte islámico en la zona. Ese intento es el minarete Kalta Minor, la pintoresca torre de color azul turquesa, que a veces se ve verde mar, con forma de chimenea que se encuentra a las puertas de nuestro hotel y hasta donde nos acompaña Madina para despedirse hasta la hora de la cena.
Tenemos unas horitas libres hasta la cena y mientras algunos deciden retirarse al hotel, otros optamos por ir a descansar a una famosa chaikhana o casa de té uzbeko. Paseando por la ciudad anteriormente nos habían seducido de lejos los tapchanes y nos hemos quedado con las ganas. La casa de té a la que nos dirigimos es una espacio abierto al aire libre en el que se sitúan numeroso tapchanes, las típicas estructuras de madera recubiertas de cojines que bien podrían confundirse con camas y que se encuentran a la puerta de la mayoría de las casas uzbekas. Son el núcleo de la vida familiar y vecinal en Uzbekistán y otros países de esta región del mundo. Para nosotros hoy va a ser el lugar perfecto para echarnos una pequeña siesta o simplemente ver la vida pasar en este especial y nuevo lugar del mundo.
Yo me hubiese tirado en el tapchán el resto de la tarde pero hemos quedado de nuevo para ver la puesta de sol e ir a cenar. Después de la experiencia de ayer, esa puesta de sol es para no perdérsela. Con igual de ilusión esperamos la cena. Después de haber cenado fuera en el medio de una plaza la noche anterior, mis compañeros de caravana quieren volver a repetir la experiencia. En esta ocasión Madina nos lleva a un restaurante nuevo en el que para mí sorpresa cenamos al lado de una fuente. Esa música de agua me devuelve a la memoria la imagen de las mujeres de Jiva baldeando agua. Inevitablemente en el desierto relacionamos agua con los oasis y creo que es este el recuerdo más intenso que me llevo de Jiva, ese vergel en medio del desierto que nos ha puesto sin marcha atrás en la senda de esta Ruta de la Seda Plus.