Un lugar único en el mundo que fascina incluso antes de poner el pie en él. Es una enorme ciudad excavada en rocas por la tribu nómada de los nabateos en la actual Jordania, que la convirtió en una importante ciudad de paso que unía las principales rutas comerciales de la antigüedad. Escondida tras una barrera casi impenetrable de montañas es uno de los yacimientos más majestuosos e imponentes del mundo que permaneció oculta durante siglos. Adelante, atravesemos el desfiladero del Siq para descubrir Petra, el tesoro de piedra.
Un imprescindible de Jordania
La ciudad perdida de Jordania es el gran orgullo del país de Oriente Próximo, no en vano se considera el enclave arqueológico más hermoso del mundo. Se han vertido ríos de tinta a propósito de Petra, pero disfrutarla con la propia mirada es un placer tan intenso que ocupa un lugar principal en la agenda de cualquier viajero. Es posible realizar la visita en un solo día, si bien dedicarle jornada y media o dos días permitirá disfrutar de alguna de las muchas rutas de senderismo que el recinto ofrece hasta edificaciones más apartadas del núcleo central del parque arqueológico. Una manera también de apartarse del trajín turístico para ensimismarse en la magia nabatea en la soledad.
El tesoro más preciado
Petra es sin duda el tesoro más preciado de Jordania y también su atracción turística más destacada. La ciudad excavada en las rocas rosas o rojizas, según el capricho de la luz que las ilumina a lo largo del día, fue obra de los nabateos, una tribu árabe mística, pero también muy trabajadora e inclinada a los negocios. Se establecieron en la zona hace más de 2.000 años convirtiéndola en peaje de las rutas de la seda, las especias y del incienso que conectaban a China, la India y el sur de Arabia con Egipto, Siria, Grecia y Roma. La Ruta del Incienso venía desde Omán y llegaba a todos estos países, sobre todo, a Palmira, en Siria y a muchos de los países católicos de Europa donde el incienso se quemaba con frecuencia en los edificios religiosos.
La prosperidad de la ciudad y su enclave privilegiado despertó el deseo de reyes y emperadores, pero estuvo en manos nabateas hasta cerca de cien años después del nacimiento de Cristo. Intentaron sin éxito su conquista a lo largo del tiempo el rey seléucida Antigonus, Herodes el Grande y Pompeyo, pero finalmente los romanos consiguieron anexionarla.
Tiempo de beduinos
Su caída se inició tras sufrir un gran terremoto en el 363 d.C. que destruyó gran parte de la ciudad a lo que se sumó el cambio de itinerario de las rutas comerciales. A partir de aquí vivió algunos momentos de luces, pero fueron muchos más los de sombras hasta convertirse en una ciudad desierta que solo los beduinos conocían.
Cuentan que el explorar suizo que la redescubrió en 1812, Johann Burckhard, se vistió de árabe y convenció a su guía beduino para que le enseñase la que se conocía como la ciudad perdida. A partir de entonces, fue creciendo la fascinación por este destino, que es el sueño de viajeros de cualquier rincón del mundo, y a finales de 1985 se reconoció como Patrimonio de la Humanidad.
Qué ver en Petra
1.- El Siq
La primera experiencia ya deja sin aliento. Antes de entrar a la ciudad hay que recorrer un estrecho cañón de algo más de un kilómetro que discurre entre paredes verticales que alcanzan hasta 200 metros de altura en algún punto y el camino se llega a estrechar hasta reducirse a dos metros. La sensación es indescriptible, verse rodeado de estas moles de piedra rojiza hace que inevitablemente se relaje el paso para disfrutar de tanta belleza. Y cuando menos lo esperas, de repente, entre las rendijas asoma un apunte del que es el símbolo de toda una civilización. Una experiencia que recomendamos hacerla a pie, aunque hay quien prefiere cruzar el Siq a lomos de un camello.
2.- El Tesoro de Petra
La inmensa fachada del Al-Khazneh (Tesoro), de 30 metros de ancho y 43 metros de alto, excavada en la cara rocosa de rosa pálido lo eclipsa todo. Se cree que se construyó en el siglo I como la tumba de un importante rey nabateo y es una muestra del talento para la ingeniería de este antiguo pueblo. Pero el icono de Petra no es el único motivo para viajar hasta allí.
3.- La calle de las fachadas
Muy cerca del Tesoro se despliega esta calle en la que hay más de cuarenta tumbas. Si eres madrugador y llegas antes de que monten los puestos de artesanía local y joyería beduina podrás disfrutar de este paseo casi en soledad y apreciando mejor su belleza.
4.- El teatro
Mimetizado con la montaña, a mediodía cuando le baña el sol de lleno es apenas perceptible, así que no lo pases por alto. Es un espectacular teatro tallado en la roca por los nabateos allá por el siglo I a.C. que permitía acoger hasta 3.000 personas. Cuando los romanos llegaron a Petra lo ampliaron para dar cabida a 4.000 más excavando la roca en la parte superior del graderío.
5.- La calle columnada
Hace dos mil años fue el centro neurálgico de la ciudad, pues aquí se ubicaban los edificios públicos y las tiendas. Hoy apenas quedan restos, pero el paseo desemboca en el único edificio que no se excavó en la roca y no han podido con él ni el terremoto ni la erosión de los siglos: Qasr al-Bint, el santuario principal de Petra.
6.- El Monasterio Ad-Deir
Una escalinata de 800 peldaños excavados en la roca lleva hasta el monumento. El esfuerzo merece la pena y con suerte podrás disfrutar casi en soledad de esta subida que transcurre por una grieta en la montaña. Su estado de conservación es bastante aceptable, incluso mejor que el Tesoro, del que se tomó la fachada como modelo para su construcción. Sin embargo, en este caso, los bajorelieves fueron sustituidos por hornacinas para albergar esculturas.
7.- El altar de los sacrificios
Alcanzarlo requiere una caminata de entre 45 minutos y una hora, dependiendo de la forma física en la que te encuentres. Es una de las rutas de senderismo más populares de la ciudad perdida, en cuya cima se encuentra excavado en roca el altar. Cuenta con un depósito que se cree serviría para recoger el agua de la lluvia en los pocos días del año que se hacía presente.
8.- Las tumbas reales
Se trata de un conjunto de enormes túmulos funerarios que por su riqueza decorativa se atribuyen a la realeza o a ciudadanos de alto rango de la ciudad. Entre ellos destacan el de la Urna, llamado así por la urna que corona su cima y que en la época bizantina se convirtió en iglesia; el de Corintia que pese a lo erosionado que se encuentra se percibe aún la decoración floral de sus capiteles; y el de Palacio, denominado así porque su fachada recuerda un palacio romano. Nosotros también recomendamos la Tumba de la Seda, que debe su nombre al efecto moaré que producen las franjas cromáticas de la roca en la que se esculpió.
Qué hacer en Petra
La ciudad aún da mucho más de sí. La visita del Museo arqueológico y el Museo nabateo ofrece una visión de conjunto del colorido pasado de Petra, pero si de verdad quieres quedar hechizado de por vida reserva un hueco para visitar el yacimiento por la noche. Alrededor de 1.800 farolillos iluminan el recorrido del cañón y la explanada del Tesoro, donde a la luz de las estrellas y las velas te trasladarás en el tiempo al son de los instrumentos que tocan los beduinos y sus cánticos milenarios.
Fotos: Rutas 10 y Pixabay