Tax Kurgan – Kunjerab Pass – Urumqi (17 de agosto)
La noche anterior nos quedamos sin habla y cariacontecidos nos fuimos todos temprano a la cama. Hoy como no podemos subir al Paso Kunjerab, hemos decidido salir temprano para disfrutar un poco más del Lago Karakol por el que el día de ayer pasamos sin poder detenernos mucho.
A las 6 de la mañana ya estamos en camino y en el lago apenas pasadas las 8. Sadic organiza el desayuno en una yurta a orillas del lago. Es el hogar de una familia de kirguises que según descubrimos son miembros de una cooperativa local que gestiona la estancia en campamentos de yurtas alrededor del lago. Nos cuentan que el lago es su lugar de residencia durante todo el año, a diferencia de los seminómadas del Lago Song Kul que pueblan las estepas solo en verano.
Nos extraña que esta gente pueda vivir en condiciones climáticas tan adversas pero esta zona parece menos aislada que el Lago Song Kul y de todas formas en China las comunicaciones son mucho mejores que en Kirguistán. Estamos apenas a 60 kilómetros de Tax Kurgan que es una ciudad que ha demostrado contar con ciertas comodidades y a menos de 200 kilómetros de Kashgar que es definitivamente una moderna ciudad en donde poder abastecerse de todo lo que se necesita para un duro invierno.
Al llegar a la yurta, la señora está ordeñando a una especie de vaca de pelo largo que bien podría ser una yak. Al terminar de ordenar cuece la leche y nos ofrece un cuenco junto con una taza de té. El grupo se lo piensa dos veces antes de aceptar la leche y al final yo soy el único que se atreve a probarla. Tiene un gusto fuerte, cercano a la leche de oveja o de cabra pero esta buena y seguro que es nutritiva.
Si algo me ha enseñado viajar ha sido a querer probarlo todo. Tengo la suerte de tener un estómago a prueba de bombas y creo que con el tiempo y las pruebas a las que le he sometido se ha ido incluso fortaleciendo más. ¡La leche de yak no es mi favorita pero no resulta desagradable!
El paseo alrededor del lago nos muestra situaciones que nos hacen seguir soñando y se nos olvida la desilusión de no haber podido subir al Paso Kunjerab. Nos cruzamos con jinetes a caballo, pequeños que se atreven a jugar con la gélida agua de la orilla del lago y algunos turistas chinos. Nos cuentan que esta zona se está volviendo popular para los chinos Han que la consideran tan exótica como nosotros. Para ellos es como el Lejano Oeste.
Al final nosotros también les debemos resultar exóticos pues terminan queriéndose hacer fotos con nosotros, a lo que accedemos gustosamente. Intercambiamos impresiones y se sorprenden de que hable chino, lo que les emociona incluso más que habernos encontrado. Me preguntan que de donde venimos, hacia adonde vamos, a que nos dedicamos y cuanto ganamos… preguntas todas típicas de los chinos que no consideran con ello invadir la privacidad. Los chinos apenas entienden el concepto de privacidad, algo que se explica por su bagaje confucionista y la idea de pertenencia a la comunidad que esta corriente les ha inculcado.
La forma de pensar de los chinos se formó en base a ese Confucionismo, al Taoísmo y al Budismo que como ayer descubrimos llegó a está región a través de este ramal de la Ruta de la Seda que estamos siguiendo estos días. Esas tres ideologías es lo que se conoce en China como las 3 enseñanzas y son las que han también conformado la experiencia religiosa china, una experiencia que cambió considerablemente, sobre todo después de la Revolución Cultura que se produjo en el país durante la década de 1960 bajo la batuta de Mao Zedong, pero que a pesar de todo, todavía perdura.
La experiencia religiosa china es más una filosofía que una religión, un conjunto de reglas y consejos para vivir en armonía y conseguir determinados objetivos en la vida. El Confucionismo como el Taoísmo o el Budismo no son religiones como tal al carecer de dioses. Como corrientes de ideas las tres enseñanzas han hecho que el culto religioso de los chinos, como descubriremos poco a poco a lo largo de nuestro viaje, sea una experiencia multidimensional, amalgamada e intuitiva en el que se mezclan elementos mitológicos y populares.
Tras el paseo por el lago nos ponemos de nuevo en marcha para volver a Kashgar. Sadic sugiere parar a comer en una ciudad a medio camino en donde hoy se celebra el mercado semanal. Upal que es como así se llama el lugar, resultar ser un enclave exclusivamente uigur aunque en el mercado también encontramos tayikos, ya hemos aprendido a distinguirlos, sobre todo a ellas que visten esos coloridos pañuelos, imposibles de confundir.
Desde Upal salimos directamente hacia el aeropuerto. Tenemos un vuelo a Urumqi, la capital de Xinjiang, en donde conectaremos con el tren que nos lleva a Dunhuang. Aunque el vuelo es a última hora del día, Sadic nos advierte que los controles del aeropuerto son bastante estrictos y suelen tomar bastante tiempo.
El aeropuerto de Kashgar parece bastante moderno y el control, aunque estresante, al final no resultó tan incómodo como nos esperábamos de modo que después de facturar y tras pasar la seguridad tenemos tiempo de relajarnos y comer algo tranquilamente. De hecho vamos a terminar teniendo más tiempo pues el vuelo está retrasado y al final salimos a las 23:45 de la noche. Llegamos a Urumqi a la 1:15 de la mañana, una hora y media de vuelo en vez de una hora y cuarenta y cinco minutos como marcaba el plan de vuelo.
Después de recoger el equipaje salimos al hall de llegadas del aeropuerto y allí nos está esperando Jack, el guía de Urumqi que nos acompaña hasta el hotel. Llegamos al hotel a las 3 de la mañana y cuando subimos a las habitaciones, mis compañeras salmantinas que se alojan juntas en una habitación triple, me dicen que en su habitación solo hay dos camas. Cuando lo solucionamos y nos queremos ir a domir son casi las 4 de la mañana. Esta noche va a ser corta pues hemos quedado a las 9:30 del día siguiente para ir a la estación y continuar el viaje hacia Dunhuang, nuestro próximo oasis, en esta ocasión en el desierto del Gobi.
Foto apertura: Dmitry Sumin