He tenido unos días para familiarizarme con la ruta y comenzar a leer la revista y los libros que compré y me regaló Rutas 10. Según se acerca el día de la partida me cuesta dormir pero he comenzado sin embargo a soñar. Los sueños me transportan a épocas pasadas, al tiempo de Marco Polo, de Gengis Khan, del propio Ruy González de Clavijo, de Alejandro Magno… Sueño con diversos personajes pero siempre en un mismo escenario: la Gran Ruta de la Seda.
La mítica y grandiosa Ruta de la Seda. Una expresión que permanece en la memoria como evocadora de grandes aventuras y como escenario maestro de la literatura de viajes. Fue la ruta a través de la que llegaron a Europa las más exóticas mercancías conocidas hasta la época; ricos manjares, nuevos materiales como el tan preciado y delicado tejido que posteriormente le dio nombre, la seda. Con ella se empezó a vestir a emperadores romanos y a reyes bárbaros. ¡Los únicos que podían pagarla!
Pero ¿Porqué es tan importante la Ruta de la Seda?… La respuesta es tan compleja y exuberante como el propio trazado de la misma. Esa complejidad es la que asegura su eterna continuidad. En realidad la ruta no fue una sola sino una enmarañada red de caminos. Más bien una dirección. En ambos sentidos. Y ninguna caravana la recorrió en su totalidad… Los comerciantes recorrían el tramo de una ciudad a otra donde pasaban el testigo de su mercancía que inundaba los bazares y continuaba persiguiendo el horizonte en ambas direcciones.
Aquel recuerdo de la historia volvió a finales de 2013 cuando yo todavía vivía en China y su nuevo presidente, Xi Jinping, anunció su intención de despertar las antiguas y gloriosas rutas comerciales marítimas y terrestres del aletargado dragón asiático. Poco después, en 2014 zarpa con ese cometido el tren Yixinou. Durante 21 días recorre la distancia que separa la ciudad china de Yiwu, en la más oriental provincia de Zhejiang y su puerto final en Occidente: Madrid, la capital española.
Algunos ven en la Ruta de la Seda el origen de la globalización, lo que la convierte en un concepto básico para comprender la moderna idea del mundo. Esto podría explicar por ejemplo porqué nuestro plato nacional la paella tiene tanto en común con el plato típico de Asia Central, el plov; o el pilau de India, con los que comparte no sólo ingredientes sino cierta proximidad fonética.
Aquel entramado de la Ruta de la Seda nos sugiere también la red de redes que es hoy Internet y con la que comparte una función básica como transmisor de información. ¿Entonces como no va a ser importante la Ruta de la Seda?… Aquellos originales planteamientos y sus modernas conexiones sirven para explicar de nuevo el interés y el potencial del renacimiento que experimenta la Ruta de la Seda. Y no sólo como destino turístico. Los países de Asía Central cada vez más protagonistas en el desarrollo del mundo del siglo XXI, también están ayudando a configurar esa nueva Ruta de la Seda. Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán, Armenia, Georgia, Azerbaiyán o el inmenso Kazajistán vuelven a estar en el mapa. Por no citar a China que a finales de la década de los 70 del siglo pasado despertó de su letargo y se vuelve a convertir a velocidad de vértigo en la potencia mundial que ya fue cuando surgió la Ruta de la Seda.
No hay una fecha concreta del surgimiento de la Ruta de la Seda, ni siquiera del invento de la seda como material. Pero se han encontrado rastros de seda en yacimientos arqueológicos en Turkmenistán que podrían datar del tercer milenio antes de Cristo y en tumbas de faraones egipcios de los siglos XVI y XV antes de nuestra era. Incluso antes, en cuevas neolíticas chinas han aparecido gusanos de seda grabados en roca, lo que sugiere que ya por entonces se conocerían las posibilidades del tejido.
Por otro lado hay vestigios que demuestran que la Ruta o rutas comerciales que dieron lugar al concepto de la Ruta de la Seda ya se utilizaban de una manera más que frecuente, casi continúa, durante los últimos siglos antes de nuestra era. Sin embargo el nombre de Ruta de la Seda como tal fue acuñado por el viajero, geógrafo y científico alemán Ferdinand von Richthofen quien realizó hasta siete expediciones a China entre 1868 y 1872.
Tan ambigua como su aparición, fue su declive. En realidad la Ruta de la Seda nunca desapareció, siempre se mantuvo latente inspirando historias y siendo uno de los viajes más deseados por los grandes aventureros. Esa importancia ha crecido con el tiempo, reflejo del renovado interés geopolítico en la zona. En el siglo XIX Rusia y el Reino Unido convirtieron Asia Central en un tablero de ajedrez, desafiándose con el denominado Gran Juego, para ver quien establecía su dominio en las rutas comerciales terrestres a las indias orientales.
Tras la caída de la Unión Soviética y la independencia de las repúblicas del Turkestán occidental, la influencia rusa se desvaneció. Sin embargo, ahora Rusia ha vuelto, lo que los historiadores denominan el Nuevo Gran Juego, en el que además de Rusia y Europa, también participan Estados Unidos y China.
Sin duda se trata de una región con un importante interés estratégico. Es además una bonita zona del mundo con un infinito patrimonio histórico y cultural que convierte cualquier viaje a través de ella en una increíble lección de historia, la continúa sensación de viajar visitando un museo; y un paseo por maravillas naturales únicas. Y yo me dispongo a vivir en primera persona la experiencia de la Ruta. Yo como guía acompañante y otros 14 viajeros, todos picados por la curiosidad de la historia y las ganas de descubrir.
Kavafis pedía en su Ithaca que “tu camino sea largo, rico en experiencias, en conocimientos”, y esto es precisamente lo que ofrece la mítica Ruta de la Seda. Desde luego el camino es largo. En nuestro caso la caravana comienza en Madrid desde donde volamos via Estambul a Tashkent, la capital de Uzbekistán, para terminar 28 días después en Pekín, la capital de la República Popular China. Son algo más de 4,000 kilómetros en los que mirando de cerca da la sensación de que aquí, hasta muy el último tramo, no ha pasado el tiempo.
Enfrascado en estos pensamientos, a veces sueños, llego al aeropuerto de Madrid y mientras espero leyendo ya en la puerta de embarque, alguien me hace señas en la distancia. Salgo del ensimismamiento. Ese alguien pronto descubro que es Marian, una profesora asturiana de Bellas Artes, que después de presentarse me presenta al resto del grupo que ya se ha ido formando. Marian y Juancar de Asturias, Javier y Maripaz de Madrid, Alberto y María José de Valencia, el trío de salmantinas: María José, Ana y Miriam; y Consu, la gallega independiente, estamos a punto de embarcar.
Según se acercaba la fecha de partida hemos estado en contacto a través de emails y habíamos quedado en encontrarnos aquí. Evidentemente viajamos juntos. Nos estamos todos todavía. Pero comienza nuestra Ruta. ¡Y que vaya como la seda!
II parte. ¡Hola Asia!
De Madrid a Estambul y de Estambul a Tashkent.
Los viajes son siempre una aventura. Es principalmente para eso para lo que viajamos. Bueno pues La Ruta de la Seda Plus no va a ser para menos y cuando todavía no nos hemos dado cuenta si quiera de haber partido ya empieza la diversión.
Sobrevolamos la Estambul europea cuando se termina de poner el sol. Ya hemos comenzado el descenso y con las últimas luces del día se puede apreciar la belleza del Estrecho del Bósforo y la majestuosidad de la Estambul asiática con la cúpula de Santa Sofía y sus icónicas 4 torres dando la bienvenida desde el horizonte al vecino continente. ¡Que suerte aterrizar en Estambul a esta hora del día!
Sin embargo ese ratito de calma fue fugaz. Me habían avisado en Rutas 10 que la conexión de vuelo que teníamos en Estambul estaba muy ajustada pues tendríamos menos de una hora para el transbordo. Pero era algo contra lo que no podíamos hacer nada. ¡Salvo correr! Y eso es lo que nos tocó hacer al llegar al aeropuerto. Tocamos tierra casi al mismo tiempo que estaba programado nuestro segundo vuelo. Y desde que aterrizamos hasta que el avión aparcó y pudimos desembarcar se hizo una eternidad. ¡Al menos para mí!
Menos mal que estamos acostumbrados a los códigos de los aeropuertos y a pesar de ser todos diferentes, suelen ser bastante intuitivos lo que hace relativamente fácil navegar por sus terminales.
Nada más bajar busco la pantalla con las conexiones de vuelos. ¡Ya vamos tarde! ¡Y además somos nada más y nada menos que 11 pasajeros que se resisten a perder un avión! Luego nos daríamos cuenta que en realidad eramos más, pues había muchos más pasajeros con destino final Tashkent.
Uzbekistán se ha convertido en los últimos años en uno de los destinos turísticos estrella de Asia Central. No es para menos. Además de los vestigios de la Ruta de la Seda, que no son pocos, cuenta también con atractivos naturales que hacen que la visita valga mucho la pena. Tashkent, la capital, es la principal puerta de entrada, especialmente para los viajeros que llegan al país en vuelos internacionales.
Cuando uno está nervioso, es definitivamente más torpe. ¡Y el tiempo corre más deprisa! Hubo un momento en el que corriendo para alcanzar la puerta de embarque del vuelo a Tashkent, ya daba por perdida la conexión…
Pero al igual que buscamos aventuras, también esperamos magia. En los viajes se produce. Y nuestra Ruta de la Seda no iba a ser menos. Al llegar a la puerta de embarque nos damos cuenta de que el avión nos está esperando. ¡Yuhuuuuuuuuuu! Claro no iban a dejar a la mitad de los pasajeros en tierra, cuando la propia compañía sabe de su conexión tan ajustada.
Una vez en el avión, volvemos a dejarnos caer por la loma de la montaña. Los viajes son como una montaña rusa en el que se pasa de momentos de inaguantable estrés a esa dulce sensación que nos provoca el haber segregado tanta adrenalina. Y ese proceso que se repite tan constantemente es lo que a nivel fisiológico probablemente tanto engancha. Bueno pues de esos momentos en esta Ruta de la Seda vamos a tener a gogó.
Volamos toda la noche, aunque se hizo cortísima. ¡Claro volamos en dirección contraria al sol, al encuentro del día! Y éste nos está ya esperando al llegar a Tashkent. Son algo más de las 6 de la mañana y hace ya un calor tremendo. Parece que se ha estropeado la rueda del termostato y se les ha ido de las manos. ¡42 grados de buena mañana es una gran sorpresa!
¡Otra sorpresa! ¡Nos faltan algunas maletas! ¡Oh noooooooo!
Ya nos habían avisado que al tener un vuelo tan ajustado, se suelen perder las maletas. Más bien retrasar. A nosotros en Estambul nos dio tiempo a correr. Parece que a algunas maletas no.
La llegada a Uzbekistán es un poco caótica. El vuelo venía lleno y no somos los únicos que hemos perdido maletas. Tras formalizar los trámites de llegada y responder a las infinitas cuestiones que supone el formulario de entrada al país, ya oficialmente en Uzbekistán, allí nos está esperando Madina, nuestra guía uzbeka que nos ayuda a reclamar las maletas que faltan.
Como ella bien nos explicará después en perfecto español, Madina es uzbeka, aunque sólo de pasaporte ya que en realidad es tártara. Esto se explica debido a la política demográfica y de migraciones internas que hubo en esta región durante la época de la Unión Soviética e incluso antes.
De hecho el mismo Uzbekistán, así como el resto de las repúblicas de Asia Central son una invención soviética. Lenin consciente del monstruo que estaba creando, dividió aleatoriamente el territorio y a las divisiones resultantes las obligó a convertirse en repúblicas para poder unirse a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la antigua URSS.
A lo largo de nuestro viaje nos daremos cuenta de que aquella división dejó a naciones de pueblos divididas con fronteras de por medio. Por este motivo existen uzbekos en Kirguistán, en Tajikistán y hasta en la provincia china de Xinjiang; así como tajikos en Uzbekistán, Kirguistán, Afganistán y Xinjiang; o kirguises también distribuidos por todos los países vecinos de Kirguistán.
Efectivamente la medida del zar de los soviets no fue tan aleatoria como la división del territorio sino que se hizo con el claro objetivo de reducir su influencia dividiéndolos. “Divide y vencerás” decían los romanos, algo de lo que también era consciente Lenin, así como muchos otros gobernantes todavía hoy en día.
De igual modo aunque por otros motivos, de variada índole, otros pueblos eslavos, persas y túrquicos habitan también Uzbekistán. Cosacos, sartos, karakalpakos, baskires, armenios y hasta koreanos además de kirguises, tajikos y kazajos se cuentan entre los grupos étnicos del país.
Ese fue el caso de los antepasados no tan lejanos de Madina, nuestra simpática guía, cuyo físico la delata. Es alta, rubia y con los ojos miel claros, bastante diferente del prototipo de mujer centroasiática que genéticamente se encuentran más próximos de los turcos, dado que provienen de ancestros comunes.
Vaya jaleo de pueblos, regiones, naciones, países… y esto acaba de comenzar. Sin duda esta Ruta de la Seda Plus es mucho más que un simple viaje, es toda una inmersión a una clase magistral de geografía, historia, cultura, demografía, política, relaciones internacionales y hasta meteorología. Ésta última bastante presente pues el calor nada más llegar nos ha dejado tumbados. Y al salir del aeropuerto a eso vamos, a desayunar y a echarnos un rato en el hotel.